Taller 44
Mi nieta Roma consultaba desde Miami – donde vive con sus padres y su hermana mayor – ¿qué pasa con todos los dientes que recoge la Rata Peta, de los niños que comienzan a cambiar los de leche por dientes definitivos?
La verdad es que yo también me había hecho esa pregunta, sin conseguir ninguna respuesta, por lo que fui directamente a consultar al país de los ratones. Bueno, está bastante lejos pero el interés justificaba el viaje.
Al llegar por allí me informaron que sería mejor ir hasta el mar y tratar de ubicar al delfín celeste que era el intermediario que tenían los ratones, con el verdadero interesado en los dientes de los niños ya que ellos, los ratones, intervenían en sólo una parte del procedimiento.
Entonces fui hasta el mar y mientras caminaba por la playa, apareció el delfín celeste, muy amigable y que me saludó como si me conociera desde mucho tiempo. Le pregunté si él había escuchado la historia de la Rata Peta, para poder aclararle a Roma finalmente, el origen de la curiosa tradición.
Ah.! Me contestó el delfín, se trata de una historia muy antigua. Lo que pasa es que las ostras que viven en el fondo del mar son muy hábiles en la fabricación de perlas, pero son demasiado perezosas para ir a buscar los materiales necesarios para el proceso, por lo que me pidieron que contactara a los ratones que, aprovechando su facilidad para escurrirse sin que los noten, pueden ir a las casas de aquellos niños a los que se les caen los dientes de leche y traérmelos para yo entregárselos a las ostras para poder entonces ellas efectuar la producción de perlas.
Pero como todo trabajo debe ser recompensado, el valor que pagaban las ostras por la mercadería se repartía entre los ratones y yo, bueno, a mí por hacer el contacto. Pero con el tiempo los niños fueron abandonando la costumbre, por lo que los ratones para seguir contando con su ayuda, decidieron compartir con ellos parte de sus utilidades dejándoles algunas monedas bajo la almohada cada vez que en alguna casa aparece un diente nuevo.